Torrijas

Ya llega la Semana Santa y que menos que zamparse unas buenas torrijas. En casa ya las hemos catado alguna que otra vez desde que empezara la Cuaresma. Y es que no hay cosa tan sencilla, tan rica, y tan calórica a la vez: como no sé quién dicjo, pero en casa de mi madre solíamos repetir: «todo lo que me gusta o engorda, o es pecado o es ilegal». Así que las torrijas, que a todos gustan, creo que está en la categoría del engorde, aunque alguno llegue a la gula.

La receta básicamente es remojar el pan en rebanadas con leche, azúcar y canela previamente unido (mejor al fuego). Yo le añado una cáscara de limón para que algo le quede del aromático fruto. En este artículo que he encontrado, dan mejor que yo los pasos para la torrija «perfecta». Lo que más me ha gustado del mismo es que antes se recomendaba su consumo a las recién partidas… Así que mira, las que me he comido en este tiempo ya no cargan sobre mi conciencia, porque han sido para mi recuperación.

Bueno, pues todo esto es para poder enseñaros las torrijitas que me he marcado hoy. Aún no he recibido las críticas, porque solo las ha probado una servidora y el pequeño hobbit, que como aún no habla pues no sé que piensa de ellas… Por la cara y el ansia que ponía en comérsela… diría que le han gustado. Y a mi también me han parecido «correctas». Claro, que aquí se puede aplicar mi frase siempre utilizada en todo lo que cocino o como «si, si… pero como las de mi madre… ningunas».

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